Consulting, Training & Care
San Pablo concluyó su Epístola a los Filipenses con estas expresivas palabras: «También os saludan todos los santos, en especial los de la casa del César». ¿Quiénes eran esos cristianos de la casa del César?
Eran funcionarios, empleados de la administración imperial, cristianos dedicados a los asuntos públicos. Ya entre los cristianos de la iglesia primitiva encontramos quienes, permaneciendo en la condición que tenían cuando recibieron la fe, estaban presentes en puestos de lo que hoy llamamos funcionarios públicos.
Aunque numéricamente debieron ser pocos, por la composición sociológica de la primitiva cristiandad, nunca faltaron en el Imperio Romano, pese a las persecuciones, cristianos de posición más o menos elevada que ocuparon puestos en la organización administrativa, política y militar de Roma, por ejemplo el centurión Cornelio (Hechos 10).
La Biblia está llena de exhortaciones a actuar con justicia y equidad (Lev. 19:35-46; Sal. 34:16; 37:28; Prov. 21:3; Is. 58:1-14; 1 Pe. 3:14).
La Palabra de Dios presenta un tremendo desafío a los gobernantes del mundo y también a los cristianos que desean participar con integridad en el orden público y político.
Es una realidad que el nivel de corrupción en la vida pública de todo latinoamérica es alarmante. De ahí la importancia que las nuevas generaciones de políticos se alejen de las malas costumbres de sus predecesores y respondan a las necesidades de la sociedad en pos del bien común, no solamente el propio.
La participación política individual de cada cristiano es legítima, pero esta se valida en la medida que no involucra a la estructura eclesiástica en asuntos políticos.
Debemos ser capaces de separar las aguas. Siempre debemos tener en consideración que la misión de la Iglesia de Cristo no es ser reconocida por el Estado ni ningún otro agente, sino la predicación del evangelio de Jesucristo y el hacer discípulos. Esa es su razón de ser y su fin último; ese debe ser el núcleo de la influencia de la Iglesia.
No es la estructura eclesiástica la que entra a la esfera política, sino más bién son los cristianos quienes activan en la vida pública, en la vida política.
Dado el contexto de la política en México y América Latina, permítanme dar algunas sugerencias a aquellos cristianos que desean involucrarse:
La historia nos otorga lecciones de las cuales debemos aprender.
Cuando inicia su ministerio, Jesús lee las palabras de Isaías: “El Espiritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar el evangelio a los pobres. Me ha enviado para proclamar libertad a los cautivos, y la recuperacion de la vista a los ciegos; para poner en libertad a los oprimidos; para proclamar el año favorable del Señor” (Lc. 4:16-19).
Aunque nuestra vida y obra no es salvífica como la nuestro Señor, sus intenciones deben estar presentes en nosotros.
El que participe en política debe siempre considerar esta premisa en sus decisiones y proyectos, para así asegurarse que su actuar concuerde con la vida y obra de aquel que nos salvó y nos liberó por su soberana gracia.